-Yo no soy actriz, lo sabe- Tal vez no podría ocultar el hecho de que no soporto su cercanía - le dijo, expresando sus dudas.
-¿De veras? Lo hizo muy bien aquella noche en Devon… me convenció de que se consumía de deseo por mí.
-¡No me explico cómo pude evitar el vomitar!
-Entonces, de verdad tiene usted material para ganar un Oscar - le dijo, con los ojos brillosos -, porque mis instintos masculinos me decían otra cosa y, normalmente, ellos no se equivocan.
Aquel brillo en sus ojos debió haberla puesto sobre aviso, pero lo registró una fracción de segundo después, demasiado tarde. Eran casi de la misma estatura, pero Jessica descubrió que, apretada por sus brazos se sentía pequeña y débil. Trató de luchar, pero él con una mano la tomó por el cuello y bajó su boca para morder sus labios cerrados.
Ella apretó los dientes y trató de levantar la rodilla entre las piernas de él, pero él la empujó hacia atrás contra el ángulo filoso del escritorio. La mantuvo pegada a él, para que no pudiera intentar nada. Ella echó la cabeza hacia atrás, inesperadamente consciente del exceso de calor generado entre sus cuerpos. Nunca había estado así con ningún hombre, pero tampoco estuvo antes tan consciente del potencial erótico de su atacante. El atractivo animal que antes vio en él, de pronto se convertía en una seria amenaza. Algo en ella, oculto durante mucho tiempo, comenzó a despertar, agotando su resistencia.
-¿La estoy lastimando? - le preguntó contra su boca -. Ahora sabe que también yo sé morder, Jessica. En esta ocasión no me podrá clavar sus colmillos - dijo, recordándole cuando escapó de él durante aquella fiesta.
-¡No!
-Sí- puso de nuevo sus labios sobre los de ella. Su brazo se enredó alrededor de su cintura, todo en él era firme excepto su boca, que era suave y húmeda, lo que la hacía más peligrosa que lo demás.
Jessica se rehusaba a sucumbir, luchando contra el deseo inevitable, pero sus esfuerzos fueron en vano y empezó a responder a la caricia. Toda reacción consciente se había detenido. [...] Él lo sabía. Se percataba de la reacción involuntaria en ella, el conflicto entre la pasión y la razón. [...]
En esta ocasión él permitió separarse y se miraron fijamente por un momento lleno de tensión.
-No hay Oscar este año para usted, Amor - le dijo con sorna -. Fue una exhibición muy poco convincente de repugnancia.
Pero Jessica podía ver el hambre insaciable en sus ojos oscuros, lo que le proporcionaba una cierta satisfacción dentro de su terrible vergüenza. Él también se había impresionado. No era tan frío como pretendía ser.
-Usted… - le dijo con los labios inflamados, tratando de buscar una palabra que fuera un insulto, pero él se adelantó una vez más.
-No necesita preocuparse por que yo vaya a convertir en un hecho la ficción, nunca me acuesto con ladronas. Uno no puede saber si encontrará su cartera por la mañana. Además, a propósito de víboras, creo que usted debe ser de la variedad de la boa constrictor… si se lo permitiera me devoraría entero.
Jessica lo odió por esa última crueldad. Le angustió e irritó el pensar que él se había dado cuenta de lo cerca que estuvo de perder el dominio de sí durante aquel despertar erótico.
-Muy bien, Jessica, se puede marchar. Tendrá noticias mías -se sentó sin mirarla acercándose a la pantalla de la computadora -. Será mejor que ponga sus asuntos en orden, quiero viajar este fin de semana… ¡sin discusiones! - agregó cuando ella intentaba decir algo con voz débil.
-Sólo le iba a pedir que abra la puerta para que pueda alejarme de usted tanto como sea posible.
-Espero que no sea demasiado lejos, Jessica - expresó él, riendo-. Recuerde, tengo a alguien observando todos sus movimientos y la puerta no estuvo cerrada con llave en ningún momento. Es interesante, ¿verdad?, observar cómo sus suposiciones con respecto a mí afectan su poder de razonamiento… No me vio cerrarla, ¿o sí? Pobre Jessica, encerrada, plagiada y confinada por sus propios errores.
Jessica abrió la puerta de un tirón y salió, furiosa, al corredor, seguida por el odioso sonido de su risa burlona. El último golpe destrozó por completo los últimos fragmentos de serenidad. ¡Estúpida, estúpida! Todo en él era un engaño. ¡Se dejaría hervir en aceite antes que caminar un solo metro a su lado!